Juan Pérez Calot
Desde el inicio de este siglo me he ido incorporando a consejos de administración de entidades financieras e industriales en cinco países diferentes. Actualmente soy miembro de los consejos de administración de dos entidades bancarias en dos países, miembro del patronato de una prestigiosa fundación y presido mi propia empresa de consultoría.
Esta breve reseña biográfica la hago para intentar acreditar mi experiencia y conocimientos en la gobernanza de las instituciones y la diversidad de estos en los que he podido contribuir a ella.
Puedo confesar que el aprendizaje en esta labor es cotidiano y continuo. El análisis de los asuntos, la toma de decisiones y el seguimiento de la implantación de ellos se ha de hacer con prudencia, diligencia y respetando la labor y las responsabilidades de la alta dirección de las entidades. En estes sentido, he publicado algún artículo sobre el riesgo de traspasar ciertas “líneas rojas”, entrometiéndose en el ámbito propio de la gestión o ejercitando inapropiadamente la crítica constructiva a la dirección de la empresa en el debido desempeño del control y perdiendo la partida en el juego de las siete y media, o sea no llegando o pasándose.
Esta corta introducción nos lleva a la premisa esencial que podríamos formular del siguiente modo: “la virtud de la prudencia como fundamento del buen gobierno corporativo”.
Así que a continuación vamos a analizar la aplicación de este principio en el ejercicio de la labor como consejero en la empresa actual con sus desafíos e incertidumbres.
La composición del consejo y órganos de gobierno:
Una condición “sine qua non” para una buena gobernanza es la adecuada estructura y composición del consejo y sus comisiones.
En la selección de sus miembros se ha de aplicar sin duda alguna la máxima prudencia posible, que más allá de cumplir con la normativa aplicable deberá considerar una sabia combinación de experiencias y conocimientos en el proceso, pero teniendo en consideración aspectos como la estructura de propiedad, el “momento” de la entidad, pero también su visión futura (forward looking) y las expectativas de los diferentes grupos de interés. En ocasiones se simplifica este delicado ejercicio con los consabidos apelativos de paridad o diversidad.
En este punto he de confesar que, en mi ya larga trayectoria como consejero, nunca he observado una discriminación negativa hacia la pertenencia de mujeres en los órganos de gobierno. Podría decir que al contrario, afirmando que las compañeras de consejo que he tenido la suerte de tener, aún hoy en día, son brillantes y aportan gran valor a la gobernanza de las entidades. Por ello, la diversidad debe entenderse en sentido amplio y no simplemente referido al sexo de los candidatos en el proceso de la configuración de los órganos de gobierno.
En esta gran responsabilidad de la selección de consejeros se debe ejercer la prudencia en el sentido que Sócrates le daba a la misma: “sabiduría práctica”. Como atributo propio del gobernante.
La toma de decisiones:
En los órganos de gobierno se ejercita continuamente esta compleja responsabilidad de la “toma de decisiones”.
Déjenme que me permita una pequeña reflexión a modo de anécdota. Como ya sabrán, en el orden del día de una reunión del consejo o comisión del mismo hay temas que requieren una decisión formal, mientras que otros se incluyen para información o, como dicen los juristas, toma de razón. Esto último no quiere decir que el consejero deba acomodarse y relajarse en su sitio, sino que deberá prestar mucha atención porque esa información, en la mayoría de los casos, es relevante por motivos regulatorios, para el ejercicio de sus responsabilidades de control o, en algún momento, para la toma de decisiones de diversa naturaleza.
En todo caso, sea de carácter decisorio o informativo, la documentación recibida del asunto correspondiente requerirá un debido análisis, para el cual se tendrá que dedicar el tiempo necesario. Este análisis o preparación por parte del consejero para el debate de la cuestión a tratar se ve reflejado en su intervención: preguntas, petición de aclaraciones o mayor información. En muchas ocasiones se percibe la falta de estudio de los asuntos o, lo que es peor, de conocimiento y, en otro orden, de experiencia. Estas carencias suponen una pérdida de confianza en el consejero o el propio consejo y una señal de falta de aprecio de la labor de la alta dirección y la ejecución de la empresa.
El sano ejercicio de la virtud de la prudencia en la toma de decisiones debe tener en consideración varios aspectos que destaca Santo Tomás de Aquino en sus tratados sobre esta virtud.
Memoria:
Ligada a la experiencia y vivencia de situaciones pasadas similares al asunto sometido a debate y decisión o que puedan contribuir al mismo.
Esto lo hemos comentado como atributo a la idoneidad de un consejero.
Inteligencia:
En el sentido de la capacidad para comprender lo que se plantea. En gran medida esta condición se consigue con los conocimientos del consejero o su bagaje profesional y académico.
Circunspección:
Sería complementaria, en cierto modo, de la anterior y se refiere a la consideración de las circunstancias concretas, temporales, económicas, sociales o de otro orden para la toma de decisión.
Razón:
Haría referencia a la ponderación adecuada de las alternativas para la toma de una decisión. Teniendo en cuenta que en el ámbito de la prudencia la razón lleva a la acción “recta ratio agibílibus”.
Providencia:
Esta cualidad de la prudencia es esencial en muchas ocasiones no suficientemente aplicada. Consiste en el análisis y valoración de las consecuencias de la decisión tomada. Cuantos ejemplos nos vendrían a la cabeza de errores empresariales, políticos y de otra naturaleza por la falta de atención a este aspecto primordial de la prudencia.
Permítanme una clara referencia a la necesaria observancia de este último atributo de la prudencia en el momento actual del ejercicio del buen gobierno. Me refiero en concreto al impacto de nuestras decisiones del consejo en los diferentes grupos de interés (stakeholders). Ya es historia la única métrica decisional que fue la maximización del valor para el accionista. Hoy en día en los debates del consejo hemos de tener en cuenta el efecto que puede causar una decisión en nuestros clientes, empleados, directivos, sociedad, reguladores y, de modo destacado en los últimos tiempos, en los factores medio ambientales.
La certeza de la incertidumbre:
Quizá hoy en día en la prensa económica, las conferencias de economía o asuntos sociales y los debates de las escuelas de negocios, la palabra más utilizada es “incertidumbre”. Hay un consenso generalizado que lo convierte en algo cierto y aceptado como premisa para cualquier análisis, artículo o ponencia de carácter económico y social.
Esta incógnita de naturaleza global en ocasiones nos puede llevar a la fata de iniciativa de acción empresarial y a una especie de resignación o de fatalismo.
Es cierto que las actuales contiendas bélicas, las recientes y continuas elecciones en tantos países, una creciente crisis de liderazgo social y político, el avance de los populismos, la crisis arancelaria y tantos otros factores que podríamos añadir y que contribuyen a esta incertidumbre, nos hacen difícil predecir escenarios para el desarrollo de nuestra actividad.
Pensar que el riesgo geopolítico consecuencia de esta incertidumbre sólo afecta a la gran empresa de carácter global es una falta de realismo y una clara evidencia de falta de prudencia.
Ignorar el posible impacto, mayor o menor, pero sin duda creciente del riesgo geopolítico en la formulación y desarrollo de la estrategia de nuestra empresa sería diseñar unos escenarios ya sean básicos o críticos faltos de realismo.
Al recorrer verticalmente la cuenta de resultados de nuestro negocio podremos identificar bastantes líneas susceptibles de verse afectadas por las consecuencias del riesgo geopolítico. No me atrevo a enumerarlas todas porque, entre otros motivos, no creo sea capaz de identificarlas, pero el efecto en coste de materias primas, logística, posibles disrupciones de suministro, costes laborales, financieros, mercados afectados por proteccionismo y/o aranceles…etc, nos lleva a la conclusión de que se ha complicado aún más la labor ya difícil de los consejos de administración, porque sabemos que lo anterior no es totalmente válido y lo futuro no termina de configurarse en un estado de continuo cambio que genera gran incertidumbre. Esta observación o algo parecido ya lo dijo el eurocomunista italiano Antonio Gramsci en una de sus famosas frases: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer”
Aunque me temo que en parte ya está entre nosotros o, aún mejor, nosotros en él. Así que los consejeros debemos saber interpretar “el nuevo orden mundial” y considerar este nuevo factor en la estrategia de nuestra empresa. Dependiendo de la actividad, tamaño y otras circunstancias, quizá habrá que reorientar la expansión internacional, los mercados en que operamos, las cadenas de suministro y otras premisas. Pero no sólo este nuevo orden afectará a nuestra estrategia internacional sino también a la actividad, aunque sea sólo domestica porque sin duda la incertidumbre también la sufrimos en el ámbito puramente nacional bien sea por impacto de la de carácter global o la propiamente desarrollada en nuestro país en los últimos años.
Para mitigar todo este posible efecto negativo que deberíamos transformar en desafíos y quizá en oportunidades, es necesario diseñar un certero mapa de riesgos, ya no sólo geopolíticos sino de cualquier naturaleza, incluidos tecnológicos y de ciberseguridad, y tomar medidas para su control y mitigación. De esta manera estaremos asumiendo unos riesgos residuales aceptables para el desarrollo de nuestra actividad.
Una vez más todo lo anteriormente mencionado nos lleva al ejercicio de la prudencia en el análisis de los riesgos, como acabamos de mencionar, y su acertada gestión. En este punto convendría recordar que el ejercicio de esta virtud no nos ha de llevar a la falta de acción o a la falta de dinamismo y oportunidad en la toma de decisiones. Al contrario, el acertado ejercicio de la prudencia tiene como resultado, según hemos señalado, una sabiduría práctica según Sócrates. Otro de los grandes clásicos, Aristóteles, unía indisolublemente juicio y acción, afirmando que la prudencia implica tanto la deliberación y el juicio como la ejecución de la acción.
La estrategia y el plan estratégico:
Una de las responsabilidades esenciales del consejo de administración es la formulación de la estrategia de la empresa. Así lo determina tanto
la normativa, como los códigos de buen gobierno y las buenas prácticas.
Según mi experiencia el ejercicio conjunto del consejo y la alta dirección para la definición de la estrategia de la entidad tiene un gran valor. Nos lleva a desarrollar ejercicios tan esenciales como el acertado conocimiento de la entidad, mediante el DAFO u otro método de análisis. En este punto mi consejo es que este sea asistido por un consultor externo que pondere adecuadamente el enfoque excesivamente interno y en ocasiones algo o muy indulgente. También he sufrido largos debates sobre la definición de la visión y misión o propósito de la empresa. Esto puede parecer de poca sustancia, pero debería ser el “estandarte” de la entidad y el elemento inspirador de su cultura, que como tal todos deberían seguir.
Recientemente en un artículo el profesor Jordi Canals distinguía entre estos dos conceptos de Estrategia y Plan Estratégico. El principio que priorizaba el profesor Canals era este “the first is that strategy is not de same as strategic planning” (el artículo se publicó en inglés).
Otros principios relevantes es el efecto, como guía esencial de la misión en la determinación y desarrollo de la estrategia que deberá analizar y alinear esta con las expectativas de los grupos de interés y así conseguir la mayor creación de valor de la entidad para todos ellos y por supuesto para los accionistas.
Las firmas más valientes desarrollan su plan estratégico sobre fundamentos de transformación, excelencia operativa, optima experiencia del cliente y reconocimiento en materia de ESG (por sus siglas en inglés). Una formulación muy simplista de esto sería “obtener la mejor experiencia para el cliente al menor coste posible”. Obviamente esto lleva consigo muchos planes que configuran la “arquitectura estratégica” y que conlleva la optimización del talento, recursos tecnológicos (incluida la omnipresente Inteligencia Artificial), capacidad financiera, eficiente marco de control y buen gobierno.
Así que podríamos concluir que las bases sólidas del edificio estratégico es materia del consejo y la ejecución del mismo de la alta
dirección y sus equipos. Esta asignación de roles se completa con el puntual y acertado control por parte de los órganos de gobierno, según los indicadores propuestos por la alta dirección para su desarrollo. Como señaló recientemente el profesor Luis Huete en una excelente sesión en la escuela de negocios San Telmo, la estrategia se fundamenta en un propósito inspirador, una cultura fuerte y una adecuada capacidad de ejecución.
Mucho podríamos debatir y desarrollar sobre este tema tan primordial, pero volvamos al fundamento de este artículo y a su aplicación de la prudencia en el ámbito de la estrategia que brevemente hemos glosado.
Epílogo:
No sería justo dejar de citar a Baltasar Gracián tomando algunas frases de su excelente obra “El Arte de la Prudencia”. Hemos mencionado la importancia de conocer nuestra empresa, pues podemos atestiguarlo con esta frase del gran Gracián: “Hay que cultivar la cualidad más relevante y ayudar a las demás”.
También hemos señalado la habilidad de considerar los diversos factores para la toma de decisiones. Creo que viene a cuento esta cita” El sabio todo lo sopesa, aunque ahonda especialmente donde hay profundidad y dificultades y donde cree que a veces hay más de lo que piensa. Así la reflexión llega donde no alcanzó la aprehensión”
Por último, mi deseo a todos los actuales o futuros consejeros de alcanzar esta cualidad que destaca Baltasar Gracián: ser hombre juicioso y observador. Así lo describió “observa con rigor, piensa sutilmente, interfiere con juicio. Todo lo descubre, advierte, alcanza y comprende»
Conferencia en San Telmo Business School, con ocasión del XXVII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PROFESORES DE POLÍTICA DE EMPRESA. Sevilla, 20 y 21 de noviembre.



